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EL
ROCK DE LAS MARISMAS
Joaquín
Lera
Los
caballos relinchan en la puerta donde Ian Dury da un concierto cerca del
Bernabeu. Se oyen chillidos. Todo el mundo va medio colgado con un porro en la
mano y los ojos de tripi, caballo o anfetaminas.
La
puñetera movida fue muy buena para algunos pero otros se quedaron en el camino
sirviendo de cobayas con pantalones de cuero a la recién estrenada demo-cracia.
Los
managers buscaban a Ian que se había escondido debajo de unas escaleras con una
botella de güisqui ajeno al revuelo que se había montado en la puerta,
descojonado de risa, sin saber a ciencia cierta si estaba en Dublín, Londres o el Pozo del Tio
Raimundo.
Media
hora más tarde cuando la peña estaba a punto de vomitar en cadena lo encuentran
y lo suben al escenario en volandas con un pedo del quince. Como si hubiera
resucitado al empezar a sonar su grupo Blockheads comienza a cantar y se mete al público en el
bolsillo que sale si cabe más alucinada que entró.
La
castellana es un hormiguero de zombies y el metro un improvisado botellón. Al
llegar a San Bernardo me encuentro con Dylan cantando The answer my friend is
blowing in the wind. Decido acompañarle en su gira underground por el planeta
luna.
Le
digo que tenemos que hacer juntos una canción que se llame el rock de las
marismas y me contesta que cuando quiera.
Al
día siguiente nos vamos a London en globo. Un melómano nos ha regalado unos
billetes que le habían tocado en una tómbola con Frank Zappa en la cara A y Jim
Morrison en la otra. Janis y Joan son las azafatas de ese vuelo sin motor directo a las nubes. Delgados
como papeles de fumar empezamos a ascender con el humo de un porro de Bob
Marley que nos lleva en segundos a Jamaica. De repente Lennon, Paul, George y
Ringo se posan como palomas de la paz en
el borde de la caja de mimbre entonando imagine all the people… yesterday…
something… y otras maravillas.
Aterrizamos
en la isla de Wight donde nos espera Jimi Hendrix que anda algo mosqueado
porque ha roto su guitarra en un subidón.
Como soy zurdo decido prestarle la mía y enseguida nos hacemos
coleguitas.
Guiados
por delfines remamos varias noches en una patera gigante con los hermanos Marx,
Charlot, Pablo Neruda y un tal Naguib Mafoud directos a Long Island. A lo lejos
vemos a Elvis bailando encima de un flotador y a Carlos Santana diciendo:
¡Samba pa ti!. Pelotudo.
Al
llegar a la playa una plaga de tías en pelotas nos espera con las piernas
abiertas.
Agotados
atravesamos las dunas de los sueños por supuesto en camello.
Pasados
tres meses tenemos la boca como alpargatas al sol y llegamos sedientos a un
oasis. En la puerta está Meat Loaf
comiéndose un chuletón de Avila con Canned Head, John Mayall y Fred
Asteire que se había comido unas hierbas alucinógenas y no paraba de bailar el
muy cabrón.
Habíamos llegado a tiempo para un memorable
concierto alrededor de la hoguera de confetis. Lou Reed estaba haciendo el amor
con Sweet Jane y Eric Clapton con Layla mientras un jovencísimo James Taylor no
paraba de hablar de una tal Carolina que se había metido en su mente.
También
estaban The Class tirándose a Lola y Queen desempolvando eternas melodías.
Encima de un bafle Mick Jagger discutía con Keith Richard por Angie mientras en
el otro los hermanos Allman montaban a caballo con Jessica y Melissa.
Un
cachondeo de concierto vaya. Una orgía musical que te cagas . Sara se lo hacía
con Fleetwood Mac, Kiss con Beth, Boston con Amanda, The Doors con Gloria y
Simon y Garfunkel rayaban la aguja del tocadiscos con Cecilia. A la fiesta se
sumaron Toto con Pamela, Police con Roxanne y Aerosmith con Mia.
Lo
pasamos en grande esa noche. Hasta pasó por allí la mismísima Susie Q y una tal
Aretha Franklin que cantaba de puta madre.
La
resaca duró décadas. Algunos aún no se la han quitado de encima.
Pero
nosotros al día siguiente ya estábamos atravesando el Canal de la Mancha con un
tal JJ Cale que estaba por entonces enseñando al mismísimo Einstein a tocar
rumbas en las aspas de un molino de viento. Al llegar a la orilla un tal Bruce
con un apellido rarísimo nos llevó en una vespa con sidecar hasta The River...
Allí
nos zampamos unas migas del copón que nos apañaron el cuerpo.
Dormimos
como bebés varias noches seguidas.
Una
mañana sin saber como despertamos en Finisterre al lado de un precioso pueblito
llamado Corcubión traídos por un submarino amarillo donde estaban Supertramp, ,
ACDC, The Who, Rod Stewart, Elton, John, Billy Joel, Carole King, Génesis, Phil
Spector, Leonard Cohen, Los Ramones, Nina Hagen y Woody Allen que no sé que
coño hacía allí. Alomejor era primo de un tal Robert Allen Zimmerman.
La
tripulación de la ballena mecánica era interminable. No paré de alucinar en
todo el trayecto. Cada noche aparecía un almirante distinto.
Acerté
a distinguir entre ellos a Muddy Waters, Bill Haley, Jerry Lee Lewis, Buddy
Holly y Gene Vicent pero mi colega Dylan me comentó que también había visto al
mismísimo, Fats Domino, Bo Diddley, Eddy Cochran y un tal Chuck Berry que se
había colado por el periscopio desde que salimos y no dejaba de decir Johnny B.
Good
Woody
Guthrie y Peete Seeger ejercían de cocineros. De pinches teníamos a The
Brothers Four . Un astronauta llamado Louis Amstrong nos despertaba a toque de
trompeta. John Lee Hooker cada viernes preparaba pollo y cerveza gratis para
todos y un largo etc… del glam, el hard, el punk el heavy hacían las camas,
jugaban a las cartas y orinaban donde les venia en gana.
El
Rhytm and blues sonaba a todas horas en los camarotes.
Fue
en uno de ellos donde me enamoré perdidamente de mi querida Tina Turner aunque
Chrissie Hynde también me estaba haciendo ojitos.
Al
final acabé con Emilou Harris dale que te pego, Together again, todo el tiempo.
Que le vamos a hacer.
Musas,
fusas, musas fusas, musas, fusas… Así es la vida.
Esa
noche acabamos con todos los mecheros.
¡Qué
flipada tío!
Al
divisar el muelle teníamos un montón de seguidores esperando. Se había corrido
la voz por las olas de la tierra e a miña non iba a ser menos.
Un
tsunami de nuevos grupos había invadido el horizonte cantando en typical spanish…Cucharada, Leño, Ñu, Baron Rojo,
Asfalto, Barricada, Miguel Rios, Coz, Luz y Tino Casal, La orquesta Mondragón,
Los Brincos, Los Canarios,, Los Bravos, Los Sirex, Lone Star, Formula V, Smash,
Triana, Companyia Eléctrica Darma, Los Pequeniques… un chaval tocayo mío que me
llamaba a todas horas al que le dieron las diez y las once… todos estaban allí.
Obuses
de chavales enganchados a la guitarra.
La
polla records de vinilos.
Golpes
bajos para la industria melosa.
Glutamatos,
secretos, derribos, siniestros, aerolíneas, ilegales, toreros, loquillos,
danzas, gabinetes, héroes, pegamoides, parálisis, uniones, mecanos, vulpes,
aviadores, nacha, pop , radio, futura, burros, bólidos, cacas de lujo, ángeles
del infierno, magos, escapes, martirios, exremos duros, niños gusanos, suaves,
boicots, ventoleras, fitipaldis, venenos, fugas, topos, lujurias y no sé
cuantas más utopías invadían la península.
El
rock urbano aplastaba como una marea las
calles de las grandes ciudades. Desde las habitaciones de los hoteles cinco
estrellas hasta las pensiones más inmundas el sonido chirriante de las cuerdas
rechinaban como agujas en los tímpanos de los aspirantes a humanos.
Los
edificios bailaban rock and roll, los autobuses bailaban rock and roll, la
tortilla de patata bailaba rock and roll. Los muros del mundo bailaban rock and
roll. Algunos cayeron atravesados por termitas que cantaban rock and roll… sino
que se lo digan a Pink Floid.
El
rock había triunfado para siempre. Se había convertido en un clásico como
Mozart y Eric Satie, Miles Davis y Edith Piaf, Atahualpa Yupanqui y
Rachmaninov, Paco de Lucia y Chopin.
Entró
para siempre en las pantallas de los cines. En las televisiones y las
computadoras.
Al
pasar por Montevideo pudimos ver a Gardel bailando rock con Jeff Beck. En Sudáfrica a Mandela cantando el
only you. En la India a Ghandi coreando humanity con Scorpions.
En
el Vaticano a Juan pablo II con la guitarra de B.B King.
Incluso
vimos a Rosalía de Castro recitando follas novas con música de Abba o a
Castelao cantando: Si yo tuviera una escoba, cuantas cosas barrería… era un
flipe…
y
el colmo fue cuando nos topamos con Federico Garcia Lorca echando un casquete con David Bowie encima de
las rocas de la islas Cies. Una pasada.
Tengo
que decir que aprendí mucho en ese viaje que duró varias décadas.
Como
yo conocía bien la ría y sabía la
tabarra que nos iban a dar cuando llegáramos a puerto le dije a mi amigo
Bob y unos cuantos elegidos que nos tiráramos al agua antes de llegar que les
iba a invitar a unos exquisitos centollos, unos erizos de mar con huevos de
codorniz y una lubina flambeada que se iban a chupar los dedos en la Isla de la
Lobeira.
Y
allí; on the beach, con mi compadre Chris Rea preparamos las viandas y nos
pusimos ciegos cantando hasta el amanecer.
Desde
entonces cada verano quedamos en lugares diferentes, pero no sé como hacemos
que siempre acabamos comiendo, cantando y follando como locos con alguna fan
que también se fumó aquel porro de Bob Marley en el mismo sitio.
Bob
siempre me pregunta lo mismo.
Oye
Quin: ¿Cuándo vamos a terminar el Rock de las marismas del que me hablaste en
las vías del metro?
Y
yo contesto: Tranquilo Bob tranquilo. Tenemos toda la vida por delante.
Genial.
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